La novela comienza con Layla sentada en una piedra. Pero no es ese el principio de la historia. Unos años antes estuvo sentada en un parque, esperando el cambio de turno en el colegio al que ella iba. Y, aunque ahí puede haber comenzado todo, ella lo ignora. Cualquier día, de cualquier mes, de cualquier año, se parece siempre al anterior. Y el anterior al siguiente. No es la hora en la que suceden los acontecimientos lo que define el principio de su historia. Cometemos un error al buscar un paisaje, una fecha, un personaje secundario que propicia la narración para que Layla pueda decir algo. Si nos atenemos a la aurora, esta no es más que un símbolo. La historia de Layla es la iniciación de la historia de un diario. Pensemos en el diario entonces. Es el personaje principal. La laguna de los Cinco secretos, la piedra en la que ella está sentada, la mejor amiga que irrumpe en su descanso mientras ella mastica unas fresas con el sabor amargo de no poder ver a su padre, no son más que pasajes de sus diarios transformados en relatos cuyos narradores a veces son reconocibles, y otras veces no. Cinco secretos no es la historia de Layla. Cinco secretos es una excusa para no dejar que esas páginas sueltas no lleguen a donde tienen que llegar.
Aristides Franco Lopez –
Gracias por el libro
Sara Muños (propietario verificado) –
Excelente
Miguel Ajchicu –
Muy bueno
Miguel Ajchicu –
Me encanta